viernes, 28 de abril de 2017

La preciosa y vivificante cruz de cristo

De las Disertaciones de san Teodoro Estudita
(Disertación sobre la adoración de la cruz: PG 99, 691-694. 695. 698-699)

LA PRECIOSA Y VIVIFICANTE CRUZ DE CRISTO

¡Oh don valiosísimo de la cruz! ¡Cuán grande es su magnificencia! la cruz no encierra en sí mezcla de bien y de mal, como el árbol del Edén, sino que toda ella es hermosa y agradable, tanto para la vista como para el gusto. Se trata, en efecto, del leño que engendra la vida, no la muerte; que da luz, no tinieblas; que introduce en el Edén, no que hace salir de él. La cruz es el madero al cual subió Cristo, como un rey a su carro de combate, para, desde él, vencer al demonio, que detentaba el poder de la muerte, y liberar al género humano de la esclavitud del tirano.

Es el madero en el cual el Señor, como esforzado guerrero, heridos en la batalla sus pies, sus manos y su divino costado, curó las llagas de nuestras malas acciones, es decir, nuestra naturaleza herida de muerte por el dragón infernal.

Primero hallamos la muerte en un árbol, ahora en otro árbol hemos recuperado la vida; los que habíamos sido antes engañados en un árbol hemos rechazado a la astuta serpiente en otro árbol. Nueva y extraña mudanza, ciertamente. A cambio de la muerte se nos da la vida, a cambio de la corrupción se nos da la incorrupción, a cambio del deshonor se nos da la gloria.

No sin motivo exclamaba el santo Apóstol: En cuanto a mí, líbreme Dios de gloriarme si no es en la cruz de nuestro Señor Jesucristo; por él el mundo está crucificado para mí y yo para el mundo. Pues aquella suprema sabiduría que nace de la cruz ha desmentido la jactancia de la sabiduría del mundo y la arrogancia de lo que no es más que necedad. Los bienes de toda clase que dimanan de la cruz han destruido todo germen de malicia.

Ya desde el principio del mundo, todas aquellas cosas que no eran sino figuras y anuncios anticipados de este leño fueron signo e indicio de algo mucho más admirable que ellas mismas. Mira, si no, tú que deseas saberlo. ¿Por ventura no escapó Noé del desastre del diluvio, por decisión divina, él, su esposa, sus hijos y las esposas de éstos, y los animales de cada especie, en un frágil madero?

¿Qué significaba también la vara de Moisés? ¿No era acaso una figura de la cruz? Cuando convirtió el agua en sangre, cuando devoró a las falsas serpientes de los magos, cuando con su golpe y virtud dividió las aguas del mar, cuando de nuevo las volvió a su curso, sumergiendo en ellas al enemigo y preservando al pueblo elegido. 

Semejante poder tuvo la vara de Aarón, figura también de la cruz, que floreció en un solo día, demostrando así quién era el legítimo sacerdote.

También Abraham anunció la cruz de antemano cuando puso a su hijo atado sobre el montón de maderos.

Por la cruz fue destruida la muerte, y Adán fue restituido a la vida. En la cruz se gloriaron todos los apóstoles, por ella fueron coronados todos los mártires, santificados todos los santos. Por la cruz nos revestimos de Cristo y nos despojamos del hombre viejo. Por la cruz nosotros, ovejas de Cristo, hemos sido reunidos en un solo redil y destinados al aprisco celestial.

(Oficio de Lectura del II Viernes del Tiempo de Pascua)

sábado, 22 de abril de 2017

Domingo de la Divina Misericordia

CATÓLICO INSTRUIDO, NO SERÁ CONFUNDIDO


“Dios nos Ama – a todos- no importa cuan grande sean nuestras faltas. Él quiere que reconozcamos que Su Misericordia es más grande que nuestros pecados, para que nos acerquemos a Él con confianza, recibamos Su Misericordia y la dejemos derramar sobre otros. De tal manera de que todos participemos de Su Gozo”. 

Este es, en síntesis, el mensaje de Misericordia que Jesús le reveló a Santa María Faustina Kowalska, una religiosa nacida en 1905, en Glogowiec, cerca de Cracovia, Polonia; se llamaba Elena, pero adoptó el nombre de “María Faustina” en la Congregación de las Hermanas de Nuestra Señora de Misericordia, en la cual tomó los votos definitivos en 1928.

En la visión que Santa María Faustina tuvo el 22 de Febrero de 1931, en el pueblo de Plock, Polonia, Jesús le pidió que mandara pintar una imagen de acuerdo a esa visión, con las palabras "Jesús, en Vos confío"; le expresó su deseo de que esa imagen fuera venerada primero en la capilla de Santa María Faustina, luego en el Mundo entero; y prometió que el alma que venere esta imagen, no perecerá, que tendrá victoria sobre sus enemigos aquí en la tierra, especialmente a la hora de la muerte, pues Él defenderá a esa alma con su propia Gloria. 

Nuestro Señor le explicó que los dos rayos indican Agua y Sangre; el rayo pálido significa el Agua que hace las almas justas, el rayo rojo significa la Sangre que es la vida de las almas; y que ambos rayos salieron de las profundidades de Su tierna Misericordia, cuando Su corazón agonizado fue abierto por la lanza en la Cruz.

Santa María Faustina murió en 1938, en Cracovia; sus restos yacen en la capilla del convento bajo la milagrosa imagen de la Divina Misericordia; fue beatificada el 18 de abril de 1993 y canonizada el 30 de abril del 2000, por San Juan Pablo II, quien decretó que en adelante, en la Iglesia universal, el Segundo Domingo de Pascua se conocerá como el Domingo de la Divina Misericordia. 

Basándose en el Mensaje de Jesús a Santa María Faustina, plasmado en un diario de más de 600 páginas, puede decirse que los tres puntos principales de la devoción a la Divina Misericordia son: pedir la Misericordia de Jesús, ser misericordioso y confiar plenamente en Jesús. 

Ahora bien, ciertamente las prácticas devocionales reveladas a Santa Faustina, son un "instrumentos de misericordia" por medio de los cuales el amor de Dios es derramado sobre todo el mundo; pero no son suficientes por sí solas, no basta con colgar la imagen de la Divina Misericordia en nuestro hogar, rezar la Coronilla todos los días a las 3 de la tarde y recibir la Comunión el domingo después de la Pascua; sino que se requiere también practicar la misericordia, pues ¡poner la Misericordia en acción no es una opción de la devoción a la Divina Misericordia, sino un requisito!.

El Papa Francisco nos dice al respecto, que el Evangelio es el libro de la misericordia de Dios, para leer y releer, porque todo lo que Jesús ha dicho y hecho, es expresión de la misericordia del Padre; y sin embargo no todo fue escrito, el Evangelio de la misericordia continúa siendo un libro abierto, donde se siguen escribiendo los signos de los discípulos de Cristo, gestos concretos de amor, que son el mejor testimonio de la misericordia; todos estamos llamados a ser escritores vivos del Evangelio, portadores de la Buena Noticia a todo hombre y mujer de hoy; lo podemos hacer realizando las obras de misericordia corporales y espirituales, que son el estilo de la vida del cristiano. ¡Que así sea! 

LUBIA ESPERANZA AMADOR

Ver, entender y creer

LA RESURRECCIÓN DE JESÚS

Lectio Divina del I Domingo de Pascua (Ciclo A)

16 de abril de 2017

1. Oracional inicial

Ofrezcan los cristianos
ofrendas de alabanza
a gloria de la víctima
propicia de la Pascua.

Cordero sin pecado,
que a las ovejas salva,
a Dios y a los culpables
unió con nueva alianza.

Lucharon vida y muerte
en singular batalla,
y, muerto el que es la vida,
triunfante se levanta.

“¿Qué has visto de camino,
María, en la mañana?”.
A mi Señor glorioso,
la tumba abandonada,
los ángeles testigos,
sudarios y mortaja.
¡Resucitó de veras
mi amor y mi esperanza!

Venid a Galilea,
allí el Señor aguarda;
allí veréis los suyos
la gloria de la Pascua.

Primicia de los muertos,
sabemos por tu gracia
que estás resucitado;
la muerte en ti no manda.

Rey vencedor, apiádate
de la miseria humana
y da a tus fieles parte
en tu victoria santa

2. Lectura (Lectio) ¿Qué dice la Palabra de Dios?

Del santo Evangelio según san Juan: 20, 1-9

El primer día después del sábado, estando todavía oscuro, fue María Magdalena al sepulcro y vio removida la piedra que lo cerraba. Echó a correr, llegó a la casa donde estaban Simón Pedro y el otro discípulo, a quien Jesús amaba, y les dijo: “Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo habrán puesto”.

Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos iban corriendo juntos, pero el otro discípulo corrió más aprisa que Pedro y llegó primero al sepulcro, e inclinándose, miró los lienzos puestos en el suelo, pero no entró.

En eso llegó también Simón Pedro, que lo venía siguiendo, y entró en el sepulcro. Contempló los lienzos puestos en el suelo y el sudario, que había estado sobre la cabeza de Jesús, puesto no con los lienzos en el suelo, sino doblado en sitio aparte. Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro, y vio y creyó, porque hasta entonces no habían entendido las Escrituras, según las cuales Jesús debía resucitar de entre los muertos.

Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.

(Tomemos un momento de silencio meditativo)

Reflexión
La Resurrección de Jesús: Ver, entender y creer

El Tiempo Pascual

¡Cristo ha resucitado! ¡Verdaderamente ha resucitado! Con gran alegría comenzamos este tiempo de pascua. Damos gracias a nuestro Señor Jesucristo por pasarnos con su muerte y resurrección, del estado de muerte eterna a la vida que no tiene fin.
Durante cincuenta días, el Señor nos ira preparando a través de su Palabra, para recibir el Espíritu Santo, el Paráclito Divino. Es importante que en estos días pascuales, meditemos de manera particular los evangelios dominicales, nos irán mostrando los frutos que la Pascua del Señor nos ha ganado.

Hoy, el Evangelio, nos pone frente al sepulcro vacío de Jesús como signo de su resurrección, sin embargo, como iremos reflexionando, este pasaje es de una riqueza inmensa que no deja a dudas la resurrección de Jesús, pero lo más importante, nos llevará del ver al entender para finalmente llegar a creer.

Para el desarrollo de esta reflexión tomaré la obra de Vittorio Messori (2003), “Dicen que ha resucitado”, donde retoma las investigaciones del padre Antonio Persili, un anciano párroco de Tivoli, que conoce bien el griego del Nuevo Testamento y las técnicas, usos y costumbres funerarias del antiguo Israel.

Tres verbos graduales

Cuando leemos los evangelios, a menudo tenemos la impresión de que estamos leyendo el texto en su idioma original, sin embargo, hay que estar conscientes que las lenguas originales de los textos sagrados son el hebreo, arameo y griego; a nosotros nos llegan las traducciones autorizadas por la Iglesia.

La lengua original del evangelio de San Juan es el griego, por tanto, para intentar profundizar en la riqueza del evangelio que vamos a meditar, nos enfocaremos en tres verbos que, solo acudiendo al lenguaje original, nos revelaran la enseñanza que trató de transmitirnos el autor.

El evangelio de hoy, menciona el verbo “ver” cuatro veces (vv. 1.5.6.8). A simple vista se trata de un verbo sin mayor trascendencia para nosotros, pero no así para el evangelista.

1)   Blépei (vv. 1.5): El sentido de este “ver”, se entiende como constatar con perplejidad. Designa generalmente ante todo la facultad de ver, la percepción sensible, su significado es el de mirar, mirar hacia (Coenen, Beyreuther & Bietenhard, 1994, p. 328).
2)      Theórei (v. 6): El sentido es contemplar. Pero también experimentar, saber lo que es (Ídem).
3)      Eíden (v. 8): Su sentido es el ver plenamente, para así comprender y creer. En sentido figurado esas formas verbales significan advertir, traer a la memoria, comprobar, llegar a conocer y también contemplar espiritualmente, ver con el espíritu (Ídem).

De estos datos que se han proporcionado se puede deducir que los diferentes verbos tienen un sentido en orden gradual, de la vista que solo mira sin más, pasamos a la vista que contempla, busca un sentido a lo que ve; y así llegar a la vista que entiende lo que ve.

La piedra removida

Entendidas las diferentes acciones del verbo “ver”, podemos comprender ahora las diferentes actitudes que toman los tres protagonistas de nuestro relato (María Magdalena, Pedro y el discípulo amado) frente al mismo suceso.

El «primer día» después del sábado, en el contexto pascual, nos sugiere el inicio de un tiempo nuevo para el mundo (2 Cor 5, 17). San Juan añade que estaba todavía «oscuro», este dato propio de este evangelio. El evangelista asocia en su obra, la oscuridad como la carencia de Cristo. En relación con María Magdalena todo esto cobra un sentido teológico: María no ha llegado a la fe. María todavía tiene el alma en oscuridad: «Tiene afecto por Jesús, pero todavía carece de fe; va a buscar al vivo, pensando que está muerto» (Castro, 2008, p. 351).

Al llegar al sepulcro, María, «vio (blépei) removida la piedra que lo cerraba». El verbo «remover» o «quitar» es el mismo que los asistentes ejecutan para remover la piedra del sepulcro de Lázaro (Jn 11,39.41). La diferencia es clara, la piedra del sepulcro de Jesús no fue quitada por manos de hombres. En el plano simbólico, la piedra removida significa que ha sido vencida la fuerza del sheol. Para los judíos, el sepulcro no equivale a nuestro cementerio (lugar de reposo), sino que simboliza el sheol, adonde han bajado los muertos y de donde no pueden salir (León-Dufour, 1998, p. 167).

Como ya hemos comentado, por el verbo utilizado, María solo vio sin más detenimiento, solo sigue la lógica humana y deduce, al ver abierto el sepulcro, que se han robado el cadáver. Corre avisar a Pedro, el jefe de los Doce y al Discípulo amado. María no les dice que la piedra esta removida, sino que «se han llevado del sepulcro al Señor». Estas palabras muestran su gran afecto por Jesús, pero también su desconcierto.

Pedro y el Discípulo amado salen corriendo hacia el sepulcro (v.3), señal del afecto que tienen por Jesús. No obstante, el Discípulo amado corre más rápido que Pedro y llega primero al sepulcro (v. 4), mostrándonos simbólicamente que, él que le ama más, llega antes al sepulcro. La carrera al sepulcro se convierte en un proceso de fe y amor (Castro, 2008, p. 353).

Las pruebas de la resurrección: los lienzos y el sudario

El Discípulo amado «inclinándose, miró (blépei) los lienzos puestos en el suelo» (v. 5), sin embargo no entra al sepulcro ¿Por qué? El texto nos indica que Pedro no había llegado, pero más allá de eso, nos muestra el respeto por la edad y autoridad que tenía Pedro. Los estudios calculan unos cincuenta años para Pedro, y entre veinticinco y treinta para Juan (Tuya, 1964, p. 1309).

Los «lienzos puestos en el suelo» (v. 5), o, como traduce el padre Persili: «cintas extendidas» (Messori, 2003). Para comprender mejor lo que el evangelista san Juan quiere transmitirnos, recordemos la resurrección de Lázaro (Jn 11,1-44). Cuando sale del sepulcro por la orden dada por Jesús, el texto nos habla que salió atado por keiriais: vendas. En el sepulcro de Jesús están los othonia: lienzo. La diferencia de ambas es la anchura. Las vendas son delgadas, los lienzos son más anchos. Estos lienzos o cintas, fueron colocados alrededor del cuerpo de Jesús para asegurar la sábana, además tenían la función de impedir que el líquido aromático se evaporara.

El sentido simbólico de ambos lienzos es que, Lázaro retornó a la vida atado de pies y manos (11,44), Jesús el Señor abandona los lienzos. Lázaro tenía que morir de nuevo, Jesús ya no. Así san Juan establece una diferencia enorme entre la resurrección de Lázaro y la de Jesús.

Llegó Pedro, entró y «contempló (theórei) los lienzos puestos en el suelo y el sudario» (v. 6). La mirada de Pedro será diferente sobre los lienzos, es contemplativa, busca saber lo que ha pasado. Por segunda vez se habla de los lienzos puestos en el suelo, pero se agrega otro elemento: «el sudario» (v. 7). Con estos dos elementos, el evangelista responde a la preocupación del robo del cadáver. No se lo han robado, si se lo hubieran robado, los asaltantes no se habrían entretenido quitando los lienzos y el sudario.

Por tercera vez aparece la expresión «los lienzos en el suelo», esta vez en relación con la forma en que estaba puesto el sudario: «puesto no con los lienzos en el suelo, sino doblado en sitio aparte». El padre Persili propone interpretar: « y el sudario, que estaba sobre su cabeza, no con las cintas extendidas, sino por el contrario envuelto en una posición singular» (Messori, 2003). Vayamos por partes.

El sudario era un pedazo de tela de entre 60 a 80 centímetros que servía para limpiar el sudor. En los evangelios aparece regularmente en momentos fúnebres, de ahí que su simbolismo se fúnebre. El evangelio dice que el sudario «había estado sobre la cabeza de Jesús» ¿Se refiere al que estaba adentro de la sábana con que lo envolvieron? Evidentemente no. El de adentro sostenía su barbilla, es un piadoso detalle de los usos fúnebres judíos. Se trata de un sudario que habían colocado sobre la cabeza de Jesús una vez acabado de envolver, como protección del líquido aromático que habían vertido.

En el texto litúrgico leemos que el sudario estaba «doblado en sitio aparte», sin embargo, el padre Persili traduce «envuelto en una posición singular». Él explica que «la frase se debe traducir en el sentido de que el sudario para la cabeza se encontraba en una posición diferente de las cintas extendidas sobre el cuerpo y no en un lugar diferente. Pedro contempla las cintas extendidas sobre la losa sepulcral y, sobre esa misma losa, contempla también el sudario que, al contrario que las cintas extendidas, estaba en la posición de envolver algo, aunque ya no envolvía nada» (Messori, 2003).

Siguiendo con la interpretación del padre Persili, nos sigue explicando por qué el sudario estaba en una posición singular y no en un sitio aparte. «El sudario, el gran pañuelo que envolvía la cabeza, al contrario que las cintas, estaba envuelto en una posición UNICA, en el sentido de singular, excepcional o irrepetible. En efecto, en vez de estar extendido sobre la losa sepulcral con las cintas, estaba envuelto y en posición sobresaliente. La posición del sudario aparece como única por excelencia a la vista de Pedro y Juan, pues es un desafío a la ley de la gravedad» (Messori, 2003).

De todo esto, Messori (2003) deja una reflexión muy interesante que vale la pena transcribir por su singular forma de expresarlo: «Sin dejar de respetar el misterio, podríamos decir que el hecho sucedió a través de una especie de relámpago de luz y calor: un reflejo «sensible» del Misterio, que debió de absorber instantáneamente los aromas que impregnaban las telas. Desaparecido el cuerpo, las telas que lo habían envuelto, mucho más pesadas, se dejaron caer sobre la sábana que cubrían y adoptaron esa posición «extendida» a la que nos hemos referido. El sudario para la cabeza, mucho más ligero y pequeño, y por así decirlo «almidonado» por el desecado de los aromas líquidos, quedó -por utilizar las propias palabras del Nuevo Testamento- «por el contrario» (respecto a las cintas) «envuelto», como cuando ceñía la cabeza del difunto, apareciendo así ante los apóstoles «en una posición singular».

Es ahora cuando entra el Discípulo amado, «y vio (eíden) y creyó» (v. 8) ¿Qué ve? El verbo en griego nos habla de un ver que llega a ser pleno, un llegar conocer. Eso justifica la manera rápida con que comprendió y creyó. Los indicios mudos se convierten en indicios muy elocuentes.

Finalmente hay que notar que las Escrituras no pueden ser comprendidas sin una intervención personal del Resucitado (León-Dufour, 1974, p. 342). Su inteligencia de la Escritura no precede, sino que sigue, a la certeza de que Jesús ha pasado a la gloria. De hecho, históricamente, la Iglesia primitiva tuvo primero la experiencia del Resucitado y sólo después iluminó su fe repasando las Escrituras (León-Dufour, 1998, p. 175).

3. Meditación (Meditatio) ¿Qué me dice el texto?

"¿Por qué buscar entre los muertos al que vive? No está aquí, ha resucitado" (Lc 24, 5-6). En el marco de los acontecimientos de Pascua, el primer elemento que se encuentra es el sepulcro vacío. No es en sí una prueba directa. La ausencia del cuerpo de Cristo en el sepulcro podría explicarse de otro modo (cf. Jn 20,13; Mt 28, 11-15). A pesar de eso, el sepulcro vacío ha constituido para todos un signo esencial. Su descubrimiento por los discípulos fue el primer paso para el reconocimiento del hecho de la Resurrección. Es el caso, en primer lugar, de las santas mujeres (cf. Lc 24, 3. 22- 23), después de Pedro (cf. Lc 24, 12). "El discípulo que Jesús amaba" (Jn 20, 2) afirma que, al entrar en el sepulcro vacío y al descubrir "las vendas en el suelo"(Jn 20, 6) "vio y creyó" (Jn 20, 8). Eso supone que constató en el estado del sepulcro vacío (cf. Jn 20, 5-7) que la ausencia del cuerpo de Jesús no había podido ser obra humana y que Jesús no había vuelto simplemente a una vida terrenal como había sido el caso de Lázaro (cf. Jn 11, 44). (Catecismo, n. 640)

4. Oración (Oratio) ¿Qué le respondo al Señor?

Señor Dios, que por medio de tu Unigénito, vencedor de la muerte, nos has abierto hoy las puertas de la vida eterna, concede a quienes celebramos la solemnidad de la resurrección del Señor, resucitar también en la luz de la vida eterna, por la acción renovadora de tu Espíritu. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.

5. Contemplación (Contemplatio)

Estarás en condiciones de reconocer que tu espíritu ha resucitado plenamente en Cristo si puede decir con íntima convicción: «¡Si Jesús vive, eso me basta!». Estas palabras expresan de verdad una adhesión profunda y digna de los amigos de Jesús. Cuan puro es el afecto que puede decir: «¡Si Jesús vive, eso me basta!». Si él vive, vivo yo, porque mi alma está suspendida de él; más aún, él es mi vida y todo aquello de lo que tengo necesidad. ¿Qué puede faltarme, en efecto, si Jesús vive? Aun cuando me faltara todo, no me importa, con tal de que viva Jesús... Incluso si a él le complaciera que yo me faltara a mí mismo, me basta con que él viva, con tal que sea para él mismo. Sólo cuando el amor de Cristo absorba de este modo tan total el corazón del hombre, hasta el punto de que se abandone y se olvide de sí mismo y sólo se muestre sensible a Jesucristo y a todo lo relacionado con él, sólo entonces será perfecta en él la caridad (Guerrico de Igny, Sermo in Pascha, i, 5).

Josué Ruiz


Bibliografía:

Castro Sánchez, S. (2008). Evangelio de Juan (1st ed.). Bilbao: Desclée de Brouwer.
Coenen, L., Beyreuther, E., & Bietenhard, H. (1994). Diccionario teológico del Nuevo Testamento (Vol. 4) (3a ed.). Salamanca: Sígueme.
Léon-Dufour, X. (1998). Lectura del Evangelio de Juan IV. Salamanca: Sígueme.
Léon-Dufour, X. (1974). Resurrección de Jesús y mensaje pascual (2a ed.). Salamanca: Ediciones Sígueme.
Messori, V. (2003). Dicen que ha resucitado. Una investigación sobre el sepulcro vacío (2a ed.). Madrid: Rialp.
Tuya, M. (1964). Biblia Comentada: Evangelios. Madrid: BAC.

domingo, 16 de abril de 2017

¡Alégrense todos, pues hoy es el día del triunfo del Señor!

CATÓLICO INSTRUIDO, NO SERÁ CONFUNDIDO


Hoy es Domingo de Pascua, día en que los cristianos católicos celebramos con júbilo la Pascua de la Resurrección del Señor, el Misterio central, "la base de nuestra fe y de nuestra esperanza", como dice el Papa Francisco; pues como San Pablo lo afirmó: “Si Cristo no hubiera resucitado, vana seria nuestra fe” (I Corintios 15,14).

Pascua significa "paso”; fue llamada así por el pueblo Judío, porque el Señor “pasó de largo” aquella noche en Egipto, cuando salieron de ese país para pasar de la esclavitud a la libertad (Éxodo 12, 27 y 42). 

La Pascua de Resurrección que celebramos hoy también es un "paso": el de Cristo, quien pasó de este mundo a su Padre (Juan 13, 1), triunfando sobre la muerte y abriéndonos así las puertas del Cielo (1ª Pedro 1, 3-5). Por eso para nosotros celebrar la Pascua, es celebrar nuestra propia liberación, pues con la Pascua de Cristo podemos estar seguros de que luego de nuestra vida en este Mundo, si hemos sido fieles, pasaremos a una vida nueva y eterna en la que gozaremos de Dios para siempre (Juan 11, 25; Filipenses 3, 21).

Qué bueno sería que nuestra sociedad también experimentara una pascua, la necesitamos, pero alcanzarla es tarea de todos y únicamente lo lograremos unidos a Aquel que con su Sacrificio ha transformado la más grande iniquidad, en el más grande milagro y en el más sublime acto de amor; de hecho el Viernes Santo deberíamos celebrar el "día del amor", sí, “porque tanto amó Dios al Mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en Él no perezca, sino que tenga vida eterna” (Jn. 3, 16).

Para el Vía Crucis de este Viernes Santo, presidido por el Papa Francisco en el Coliseo de Roma, lugar donde fueron coronados con el martirio los primeros cristianos; la biblista francesa encargada de las meditaciones introdujo algunas novedades, por ejemplo, la segunda estación fue "Jesús es negado por Pedro", la tercera "Jesús y Pilato", la séptima "Jesús y las Hijas de Jerusalén", y la decimocuarta "Jesús en el sepulcro y las mujeres"; en las meditaciones se reflexionó sobre el significado de las caídas, de las humillaciones, del abandono sufrido por Jesús. 

Tras el rezo del Vía Crucis, el Papa Francisco rezó una oración de desagravio al corazón ofendido de Cristo, por los pecados de la humanidad; dirigiéndose a Él, en nombre de todos los cristianos, con los ojos llenos de vergüenza por todas las imágenes de devastación y destrucción que ya son ordinarias para nosotros, vergüenza por la sangre inocente que cotidianamente es derramada por mujeres, niños, emigrantes y perseguidos; vergüenza también por los cristianos que, olvidando nuestra vocación, hemos lastimado a su cuerpo místico que es la Iglesia. Pero también nos dirigimos a Cristo con un corazón lleno de la esperanza confiada en que Él no nos trata según nuestros méritos, sino según la abundancia de su misericordia; con la confianza de que nuestras traiciones no hacen venir a menos la inmensidad de su amor; con la esperanza de que su Cruz transforma nuestros corazones endurecidos en corazones de carne, capaces de soñar, de perdonar y de amar, y que también transforma la tenebrosa noche de su crucifixión, en el alba fulgurante de su Resurrección que hoy celebramos. ¡Que así sea, feliz Pascua!

LUBIA ESPERANZA AMADOR. 

domingo, 9 de abril de 2017

Pascua Florida

CATÓLICO INSTRUIDO, NO SERÁ CONFUNDIDO


Hoy celebramos el Domingo de Ramos, también llamado de la "Pascua Florida" (por ser una anticipación de la Pascua de Resurrección). Este día celebramos la entrada triunfal de Cristo en Jerusalén, a donde ingresó montado en un burrito, mientras la multitud le aclamaba y tendía sus mantos por el camino, cortaban ramas de árboles para alfombrar su paso, tal como acostumbraban aclamar a un rey, y le decían: “Bendito el que viene como Rey, en el Nombre del Señor” (Mt 21, 1-9). 

En recuerdo de dicho acontecimiento, el Domingo de Ramos acostumbramos llevar palmas al templo para que las bendigan y, luego de la Solemne Misa en la que se recordará la Pasión y Muerte de Jesucristo, volveremos a casa para colocar dichas palmas en un lugar de honor, pues éstas nos sirvieron para aclamar al Rey de Reyes, Señor de Señores: Jesucristo, y todo el año habrán de servirnos para recordar que es Él quien debe reinar en nuestro hogar y, por supuesto, en nuestro corazón. Las palmas benditas no constituyen, pues, ningún artículo de superstición, no son un amuleto ni un talismán o algo así, sino que son un símbolo de nuestro compromiso de vivir cristianamente nuestro día a día. 

El Domingo de Ramos marca el inicio solemne de la Semana Santa, en la cual recordamos y revivimos acontecimientos trascendentales en nuestra vida cristiana; pues recordamos la dolorosa Pasión de Cristo, así como su Muerte, la cual no fue un rotundo fracaso, sino la más grande muestra del amor de Dios por la Humanidad; y celebramos con júbilo la Resurrección de Nuestro Salvador, es decir, su Pascua (que significa “paso” de la muerte a la vida), la cual no es simplemente una fiesta entre otras: es la “Fiesta de las fiestas”, “Solemnidad de las solemnidades”, de hecho el Año Litúrgico entero está lleno del resplandor del nuevo tiempo de la Resurrección, pues ésta es el centro y fundamento de nuestra fe, y es que, tal como San Pablo lo dijo a los Corintios: “Si Cristo no hubiera resucitado, inútil sería nuestra fe” (I Corintios 15,14). 

El Papa Francisco nos pide que del mismo modo que entró Jesús en Jerusalén, dejemos que entre en nuestras ciudades y en nuestras vidas; así como dice el Evangelio que entró cabalgando sobre un simple burrito, ahora viene a nosotros humildemente, pero viene en el Nombre del Señor: con el poder de su amor divino perdona nuestros pecados y nos reconcilia con el Padre y con nosotros mismos. Que nada nos impida encontrar en Él la fuente de nuestra alegría, de la alegría auténtica, que permanece y da paz; porque sólo Jesús nos salva de los lazos del pecado, de la muerte, del miedo y de la tristeza. ¡Que así sea!

LUBIA ESPERANZA AMADOR. 

martes, 4 de abril de 2017

¿Qué es el Vía Crucis?

CATÓLICO INSTRUIDO, NO SERÁ CONFUNDIDO


El término "Vía Crucis" proviene del Latín y significa "Camino de la Cruz", también es conocido como "Estaciones de la Cruz" o "Vía Dolorosa". Se trata de una procesión o camino de oración que realizamos los católicos cada viernes, especialmente los viernes  de Cuaresma, para adentrarnos en la meditación de la Pasión de Nuestro Señor Jesús, siguiendo de manera espiritual sus huellas en el camino que recorrió desde el pretorio de Pilato hasta el lugar llamado "Calavera", en hebreo "Gólgota" (Jn 19, 17), en donde se ofreció en la Cruz, por nuestra Salvación.

Originalmente se realizaba exactamente en los lugares que recorrió Jesucristo, los cuales fueron marcados con mucha reverencia desde los primeros siglos del Cristianismo. Para el siglo IV, en la época del emperador Constantino, ya había peregrinos en Tierra Santa recorriendo la Vía Dolorosa, pero se le llamó así hasta el siglo XVI. 

Muy probablemente hayan sido los Franciscanos los primeros en establecer el Vía Crucis, ya que a ellos se les concedió en 1342 la custodia de los lugares mas preciados de Tierra Santa; y fue a ellos a quienes el Papa Inocente XI, comprendiendo la dificultad de peregrinar hasta allá, les concedió el derecho de erigir Estaciones en sus iglesias y declaró que todas las indulgencias anteriormente obtenidas por visitar devotamente los lugares de la Pasión del Señor en Tierra Santa, en adelante podían ganarlas los Franciscanos y otros afiliados a la orden haciendo las Estaciones de la Cruz en sus propias iglesias según la forma acostumbrada. 

En 1731 Clemente XII extendió las indulgencias a todas las iglesias, siempre que las Estaciones fueran erigidas por un padre Franciscano con la sanción del ordinario (Obispo local); y fijó definitivamente en catorce el número de Estaciones. Benedicto XIV en 1742 exhortó a todos los sacerdotes a enriquecer sus iglesias con el rico tesoro de las Estaciones de la Cruz. En 1857 los Obispos de Inglaterra recibieron facultades de la Santa Sede para erigir ellos mismos las Estaciones con indulgencias, en ausencia de Franciscanos. En 1862 se quitó esta última restricción y los Obispos obtuvieron permiso para erigir las Estaciones ya sea personalmente o por delegación siempre que fuese dentro de su Diócesis. 

Varios santos, entre ellos San Alfonso Ligorio, Doctor de la Iglesia y San Juan Pablo II han escrito hermosas meditaciones para cada Estación del Vía Crucis. ¿Y quién dice que las mujeres no participamos en la Iglesia Católica? Si las meditaciones para el Vía Crucis que presidirá este Viernes Santo el Papa Francisco en el Coliseo de Roma, las escribirá una mujer, la biblista francesa Ann-Marie Pelletier, quien ganó el prestigioso Premio Joseph Ratzinger en el 2014 y ha realizado trabajos de investigación sobre el lugar de la mujer en el cristianismo y en la Iglesia. Esto es importante, porque las meditaciones en el Vía Crucis nos llevan a una peregrinación espiritual por Tierra Santa, para unirnos a Jesucristo en los momentos más señalados de su Pasión y Muerte redentora. Por eso pasamos de Estación a Estación, generalmente cargando una cruz, mientras meditamos los pasajes bíblicos correspondientes, oramos y entonamos un canto de penitencia. 

Además de las indulgencias, son muchas las gracias que Dios otorga a quienes practican con piedad el Vía Crucis; Cristo nos dice que si queremos seguirlo, nos neguemos a nosotros mismos, tomemos nuestra cruz y lo sigamos (Mt 16,24), pues algún día también participaremos de su Gloriosa Pascua, cuyo sentido nos lo da San Juan (13, 1): es el paso de la comunidad con Cristo de este Mundo al Padre, de las tinieblas a la Luz, del ayuno a la alegría y de la muerte a la Vida. ¡Que así sea!

LUBIA ESPERANZA AMADOR. 

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