sábado, 11 de marzo de 2017

Catecumenado Bautismal I: Las tentaciones

Lectio Divina del I Domingo del Tiempo de Cuaresma (Ciclo A)


1. Oracional inicial


Señor, concédenos la disposición para desapegarnos de todo aquello que nos aleja de ti. Regálanos tu Santo Espíritu para que con docilidad e infinita confianza en tu bondad y misericordia, podamos imitar a María Santísima. Que ella nos alcance la gracia de encontrar a Jesús en el silencio de nuestro corazón.

2. Lectura (Lectio) ¿Qué dice la Palabra de Dios?


Del santo Evangelio según san Mateo: 4, 1-11

En aquel tiempo, Jesús fue conducido por el Espíritu al desierto, para ser tentado por el demonio. Pasó cuarenta días y cuarenta noches sin comer y, al final, tuvo hambre. Entonces se le acercó el tentador y le dijo: “Si tú eres el Hijo de Dios, manda que estas piedras se conviertan en panes”. Jesús le respondió: “Está escrito: No sólo de pan vive el hombre, sino también de toda palabra que sale de la boca de Dios”.

Entonces el diablo lo llevó a la ciudad santa, lo puso en la parte más alta del templo y le dijo: “Si eres el Hijo de Dios, échate para abajo, porque está escrito: Mandará a sus ángeles que te cuiden y ellos te tomarán en sus manos, para que no tropiece tu pie en piedra alguna”. Jesús le contestó: “También está escrito: No tentarás al Señor, tu Dios”.

Luego lo llevó el diablo a un monte muy alto y desde ahí le hizo ver la grandeza de todos los reinos del mundo y le dijo: “Te daré todo esto, si te postras y me adoras”. Pero Jesús le replicó: “Retírate, Satanás, porque está escrito: Adorarás al Señor, tu Dios, y a él sólo servirás”. Entonces lo dejó el diablo y se acercaron los ángeles para servirle.

Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.

(Dejamos un momento de silencio meditativo para interiorizar la Palabra de Dios)

Reflexión

CATECUMENADO BAUTISMAL I: LAS TENTACIONES


El camino del catecúmeno

Las lecturas de los domingos del tiempo de cuaresma del ciclo A, recogen la tradición antigua que acompañaba al catecúmeno en la preparación del bautismo: el gran anuncio de lo que Dios hace en el bautismo, es la mejor catequesis bautismal.

Siguiendo el orden litúrgico, se ofrece esta serie de reflexiones que se ha titulado: Catecumenado Bautismal. La intención es conocer en esta cuaresma, los efectos del bautismo que nos revela la Palabra de Dios, para poder vivir mejor nuestro ser de hijos de Dios.

En este primer domingo, las lecturas preparan al catecúmeno, y a los ya bautizados, en la lucha que tienen que librar en sus opciones definitivas. En este domingo, la Iglesia, después de escuchar el testimonio de padrinos y catequistas, celebra la elección de los admitidos a los sacramentos pascuales. El segundo domingo, como Cristo, el bautizado será llamado “hijo de Dios”. En los domingos del tercero al quinto les irá presentando el bautismo con las imágenes del agua, de la luz y de la vida (Zevini & Cabra, p. 8).

Nuestro combate contra el tentador

Jesús, una vez bautizado, es llevado por el Espíritu Santo al desierto, con un objetivo: ser tentado por el demonio (v.1). En el éxodo, el pueblo de Israel fue conducido al desierto (Dt 8,2), pero a diferencia de ellos, Jesús supera la prueba y permanece fiel a su Padre. «La prueba que había fracasado en los tiempos del éxodo, halla ahora su sentido: Jesús es el Hijo primogénito, en el que se cumple el destino de Israel» (Dufour, p.192). El desierto se convierte así en el lugar de la prueba para Jesús, pero también para todos los bautizados.

Ahora nosotros como bautizados, seguimos el mismo camino de Jesús, una vez que hemos recibido el bautismo, comienza nuestra lucha contra las tentaciones del demonio. Tenemos que pasar por diferentes pruebas a lo largo de nuestra vida, pero teniendo en mente que la victoria de Jesús, también es nuestra victoria sobre las tentaciones y las pruebas.

El ayuno de cuarenta días que realizó Jesús (v. 2a), nos trae a la memoria las cuarentenas sin alimento de Moisés en el Sinaí (Ex 34,28) y de Elías en el Horeb (1 Re 19,8). De esta manera, el evangelio nos dice que Jesús no es inferior a las grandes figuras del Antiguo Testamento. Jesús «aun físicamente exhausto, vence sin dificultad a Satanás; tal es la fuerza que le ha comunicado el Espíritu» (Mateos & Camacho, 1981, p. 41). Los cuarenta días en el desierto, tiene relación con los cuarenta años del pueblo de Israel en el desierto hasta llegar a la tierra prometida: representa toda la vida pública de Jesús, desde su bautismo hasta su muerte, que le abre la existencia definitiva (Mateos & Camacho, 2007, p. 51). En otras palabras, toda la vida pública de Jesús estuvo sometida a las tentaciones, después de su bautismo y hasta su muerte en la cruz.

El ayuno en todos los casos trata de situarnos con fe en una actitud de humildad para acoger la acción de Dios y ponerse en su presencia. Por tanto, el ayuno de Jesús no busca abrirse al Espíritu de Dios, porque está lleno de él; su ayuno es para inaugurar su misión mesiánica con un acto de abandono confiado en su padre (Dufour, p. 98).

El detonante de las tentaciones será el hambre (v. 2b), siguiendo la experiencia de Israel en el desierto («te hizo pasar hambre»: Dt 8,3a). De esta hambre de Jesús, derivaran tres tipos de hambres que padece el ser humano, pero que Cristo enseña a superarlas: «el hambre del poder económico (vv. 3-4), del poder religioso (vv. 5-7) y del poder político (vv. 8-10)» (Tassin, p. 20). En un sentido espiritual, podemos deducir tres tentaciones que Jesús venció: la gula, la vanagloria y la soberbia (1 Jn 2,16).

Primera tentación: poder económico, gula y vida material.

El tentador se dirige a Jesús con una expresión condicionante: «Si eres Hijo de Dios» (v. 3a), es decir, si verdaderamente eres un privilegiado Hijo de Dios. De su respuesta, el demonio podrá deducir si se hallaba en presencia del Mesías. La invitación que le hace el tentador para saciar su hambre, será la de convertir piedras en panes (v. 3b), esperaba de Jesús que hiciera descender el «maná» del cielo, al igual que Moisés lo hizo en el desierto.

Jesús será rotundo en su respuesta: «Está escrito» (v. 4a). La Palabra de Dios es inapelable, y Jesús la ocupa como espada (Ef 6,17) para lanzar un golpe fulminante: «No solo de pan vive el hombre, sino también de toda palabra que sale de la boca de Dios» (v. 4b; cf. Dt 8,3). La palabra de Dios es el alimento más importante, es el esencial.  Jesús llama a hacer memoria de todos los beneficios que Dios prodigó al pueblo de Israel en el desierto (cf. Dt 8,2).

El sentido de la tentación en consecuencia no mira a la interpretación material, sino a confiar en la omnipotencia de Dios. El sentido de la tentación es espiritual, llama a no solo pensar en la vida material, sino a vivir una vida superior: una vida espiritual. Las respuestas que Jesús da a los apóstoles en el pozo de Siquem, cuando le insisten que coma, indican en qué consiste la vida espiritual: «Yo tengo para comer un alimento que ustedes no saben. Mi alimento es hacer la voluntad del que me ha enviado y llevar a cabo su obra» (Jn 4,32.34; cf. Dt 8,1).

Jesús rechaza la tentación del poder económico, escapando después de la primera multiplicación de los panes (Mt 14,22); resistiendo a la tentación de la gula, Jesús vence al demonio, quedando como fruto de la abstinencia la virtud de la templanza; y, obedeciendo los mandamientos y haciendo la voluntad de Dios, es como Jesús nos enseña a vivir una vida espiritual, en el abandono a la providencia de Dios.

Segunda tentación: poder religioso y vanagloria

El demonio intenta volver a tentar a Jesús y lo lleva a la «Ciudad Santa» (Jerusalén) y lo coloca en la parte más alta del templo (v. 5). «Es probablemente la techumbre de uno de los pórticos dentados (almenados) que bordean la explanada de la casa de Dios» (Tuya, p. 70). Ahí le propone tirarse abajo (v. 6) confiando en las palabras de la Escritura: «Mandará a sus ángeles que te cuiden y ellos te tomarán en sus manos, para que no tropiece tu pie en piedra alguna» (Sal 91,11-12).

¿Qué sentido tiene esta tentación? Entre una de las creencias judías del tiempo de Jesús, se contaba que el Mesías «se revelaría estando de pie, sobre el techo del templo, para anunciar a Israel que su redención había llegado» (Tuya, p. 71). En esa expectativa judía latente, que un hombre fuera bajando lenta y majestuosamente del techo del templo, en medio de un gran número de personas reunidas, sería un prodigio que ciertamente manifestaría la llegada del Mesías. Probablemente esta sería la intención del demonio en esta tentación (Idem). Jesús ha declarado su confianza incondicional a Dios, entonces ¿por qué no demostrarla con una acción valiente?

San Ambrosio comentando estos versículos dirá que Satanás «usa muchas veces textos de las mismas Escrituras, no para enseñar, sino para engañar», por consecuencia «el diablo interpreta mal las Escrituras» comenta San Jerónimo. Es muy conveniente hacer una observación sobre los grupos protestantes que han mal interpretado la Biblia siguiendo la forma del tentador y, haciendo que muchas personas caigan en el vacío espiritual, dejándose llevar por aparentes prodigios. La Iglesia como Madre y Maestra, ha enseñado que:

«El oficio de interpretar auténticamente la palabra de Dios escrita o transmitida ha sido confiado únicamente al Magisterio vivo de la Iglesia, cuya autoridad se ejerce en el nombre de Jesucristo». Y que quienes «se dedican legítimamente al ministerio de la palabra, se sumerjan en las Escrituras con asidua lectura y con estudio diligente» (Dei Verbum n. 10.25)

Es necesario cuidar a quiénes escuchamos y si están trabajando «bajo la vigilancia del Magisterio, con los instrumentos oportunos» (DV n. 23), para que las Escrituras no se conviertan en instrumento de perdición.

Retomando el texto, Jesús rebate la Escritura citada por el tentador, con otro texto de la misma: «No tentarás al Señor, tu Dios» (v. 7). Aceptar la propuesta del demonio, para Jesús no es prueba de la confianza en Dios, al contrario, es forzar la acción de Dios sin motivo alguno, cayendo por consecuencia en la vanagloria. Es por eso que Jesús cita el texto del Deuteronomio (6,16), que recuerda cuando el pueblo de Israel tentó a Dios en el desierto pidiendo a Moisés agua de manera milagrosa (Ex 17,2). Jesús en esta tentación enseña que los milagros de Dios no están al servicio de una vida cómoda o imprudente. Aventarse desde una parte alta, esperando que Dios haga el milagro de evitar las lesiones o la muerte, no es confiar en la providencia de Dios, es salirse de ella y tentar a Dios.

Jesús, en su vida pública, se deshace del hambre del poder religioso, cuando rechaza ser llevado a Jerusalén para hacerlo rey, después de la multiplicación de los panes en Cafarnaúm (Jn 6,15), y acepta vivir su pasión que terminará en la cruz. También esta tentación enseña en qué consiste el don del temor de Dios y la virtud de la prudencia, para vencer la tentación de la vanagloria.

Tercera tentación: poder político, soberbia e idolatría

En la última envestida que trata de propinar el demonio a Jesús, el tentador lo lleva a un «monte muy alto» (v. 8), símbolo de «la soberbia del poder (Satanás), que pide el homenaje de Jesús, arrogándose la suprema condición divina» (Mateos et al, 2007, p. 62). Aquí el demonio se presenta como el dueño de todos «los reinos del mundo y su gloria» (v. 9). Pero «el demonio no tiene dominio en el mundo. En el mundo sólo tiene un poder permisivo tentador y de ser instrumento de Dios para infligir castigo. No tiene potestad verdadera sobre nada ni sobre nadie» (Tuya, p. 72).

El precio de todo lo que le ha mostrado el tentador a Jesús, consiste en que se postre y le adore (v. 9). El diablo no busca que se le adore como a un dios, con el gesto de postrarse -de rodillas tocando la cabeza el suelo-, pues el mismo reconoce que ha recibido el poder de otro (Lc 4,6), sino como el dominador del mundo. El demonio buscaba destruir la auténtica obra mesiánica.

Cristo pondrá fin a las insidias del demonio ordenándole: «Retírate, Satanás» (v. 10a). Con ello desenmascara la falta de poderes del demonio. Con las palabras de la Escritura, Jesús termina destruyendo la propuesta del tentador: «Adorarás al Señor, tu Dios, y a él sólo servirás» (V. 10b). Las palabras citadas del Deuteronomio, ponían en advertencia al pueblo de Israel en el desierto, «contra el peligro de idolatría al que se verían expuestos al entrar en la Tierra Prometida (Dt 6, 10.13-14)» (Carrillo, p. 85). Jesús en el ejercicio de su ministerio renunció a la tentación del poder político, al rechazar ser rey de Jerusalén (Jn 6,15), y cuando deja en claro a los hijos Zebedeo, quién es el mayor en el Reino de los Cielos (Mt 20,20-23). «Con esto Jesús se opuso a los sueños del judaísmo de su tiempo: ser liberados del yugo romano y convertirse en señores de todo el mundo (Dn 7)» (Carrillo, p. 86).

Finalmente el demonio se retira y se acercan los ángeles a servirle. «Los ángeles servidores son una imagen de la protección y de la providencia divinas» (Ídem). La comida que el diablo quería que Jesús consiguiera por medios indebidos, la recibe directamente de Dios. Al estudiar los tres textos del Deuteronomio (8,3; 6,16; 6, 13) que Jesús ocupó, notamos que son dirigidos a todo el pueblo de Israel; lo que hizo Jesús se aplica a todos sus seguidores. «Sus actitudes y conducta son las que hacen llegar al hombre a su plenitud» (Mateos et al, 1981, p. 44).

Conclusión

Todo bautizado está llamado a combatir mientras dura su vida. En el bautismo, el Espíritu Santo da las fuerzas necesarias para combatir. El saber que Cristo se hizo semejante a nosotros menos en el pecado (Heb 5,15), nos anima a combatir, sabiendo que Cristo en su humanidad, también fue tentado, y nos dejó su enseñanza para también combatir contra las tentaciones del demonio, su victoria es nuestra victoria, el mismo ha dicho: «¡Animo!: yo he vencido al mundo» (Jn 16,33).

Animan mucho las palabras de Trilling (1980): «Desde esta hora en adelante el verdadero reino toma el curso de su victoria, sin que sea posible detenerlo. Ahora ya no puede cambiar nada Satán, que tuvo que abandonar vencido el campo. Jesús lanzará demonios, vencerá el mal y con su propia muerte sellará la derrota de Satán. En todas partes, cuando —unidos con Jesús— confiamos sólo y radicalmente en Dios, sucede lo mismo: se despedaza el poder de Satán y se establece el verdadero reino» (p. 72).

3. Meditación (Meditatio) ¿Qué me dice el texto?


Ahora expliquemos brevemente qué significan las tentaciones de Cristo. El ayuno es la abstinencia de una cosa mala; el hambre es el deseo de la misma cosa mala; su uso es el pan. El que se habitúa con el pecado convierte la piedra en pan. Responda, pues, al demonio cuando lo tiente, diciendo: "Que no de sólo el uso de aquella cosa vive el hombre, sino de la observancia de los mandatos de Dios". Cuando alguno se engríe como si fuese santo, es como llevado al templo y cuando se crea que está en la cumbre de la santidad, entonces es cuando le coloca sobre el pináculo del templo y ésta es la tentación que sigue a la primera, porque la victoria de la tentación produce la vanagloria y es causa de jactancia. Pero advierte que Cristo ayunó voluntariamente. El diablo lo llevó al templo para que tú te consagres espontáneamente a la abstinencia, pero por ello no te creas que has llegado a la cumbre de la santidad. Huye del orgullo del corazón y no experimentarás tu ruina. La subida al monte es la marcha hacia las riquezas y la gloria de este mundo, como que desciende de la soberbia del corazón. Cuando quieras hacerte rico, lo cual equivale a subir al monte, empiezas a pensar en adquirir las riquezas y los honores y entonces el Príncipe de este mundo te manifiesta la gloria de su reino. En tercer lugar, te ofrece las causas para que, si las quieres seguir, le sirvas, menospreciando la justicia de Dios (Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum super Matthaeum, hom. 5).

4. Oración (Oratio) ¿Qué le respondo al Señor?


Alcánzanos, Jesús, la gracia de siempre:
cumplir la voluntad de Dios
sin apartarnos del plan que el Padre
tiene para cada uno de nosotros.
Acompáñanos, Señor, a lo largo de la vida
y fortalécenos para permanecer fieles a ti
y rechazar con energía toda tentación de Satanás.

5. Contemplación (Contemplatio)


Así pues, nos transformó en sí mismo, cuando quiso ser tentado por Satanás. Acabamos de escuchar en el Evangelio cómo el Señor Jesucristo fue tentado por el diablo en el desierto. El Cristo total era tentado por el diablo, ya que en él eras tú tentado. Cristo, en efecto, tenía de ti la condición humana para sí mismo, de sí mismo la salvación para ti; tenía de ti la muerte para sí mismo, de sí mismo la vida para ti; tenía de ti ultrajes para sí mismo, de sí mismo honores para ti; consiguientemente, tenía de ti la tentación para sí mismo, de sí mismo la victoria para ti.
Si en él fuimos tentados, en él venceremos al diablo. ¿Te fijas en que Cristo fue tentado, y no te fijas en que venció la tentación? Reconócete a ti mismo tentado en él, y reconócete también a ti mismo victorioso en él. Hubiera podido impedir la acción tentadora del diablo; pero entonces tú, que estás sujeto a la tentación, no hubieras aprendido de él a vencerla (San Agustín, De los Comentarios sobre los salmos. Oficio de Lectura Domingo I de Cuaresma).

Josué Ruiz


Bibliografía:



  • Carrillo Alday, S. (2010). El Evangelio según san Mateo. Estella (Navarra): Verbo Divino.
  • León Dufour, X. (1965). Vocabulario de teología bíblica. Barcelona: Herder.
  • Mateos, J. & Camacho, F. (1981). El Evangelio de Mateo. Madrid: Cristiandad.
  • Mateos, J. & Camacho, F. (2007). Evangelio, Figuras y Símbolos (4a. ed.). Córdoba: Ediciones Almendro. pp. 50-54, 83-85.
  • Tassin, C. (2006). Evangelio de Jesucristo según san Mateo. Estella (Navarra): Verbo Divino.
  • Tuya, M. (1964). Biblia Comentada: Evangelios. Madrid: BAC.
  • Trilling, W. (1980). El evangelio según San Mateo. Tomo I (3a. ed.). Barcelona: Herder.
  • Zevini, G. & Cabra, P. (2002). Lectio divina para cada día del año: Tiempo de cuaresma y Triduo pascual. Volumen 3 (2a. ed.). Estella (Navarra): Verbo Divino.

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