domingo, 27 de agosto de 2017

¿Si soy católico, puedo asistir a "espectáculos" satánicos?

CATÓLICO INSTRUIDO, NO SERÁ CONFUNDIDO

¿Si soy católico, puedo asistir a "espectáculos" satánicos?


Planteémoslo desde la otra perspectiva: Si no fueras católico ¿asistirías a la Santa Misa? Seguramente que no. ¿Recuerdas el primero de los 5 mandamientos de la Santa Madre Iglesia? Hace tiempo nos lo aprendíamos así: "Oír Misa entera todos los domingos y fiestas de guardar"; en la actualidad se enseña con más precisión: "Participar" de la Misa entera todos los domingos y fiestas de guardar; y es que la Misa no sólo se oye, no va uno de espectador, porque no es un espectáculo; sino que es un acto de culto, el mayor de todos, el cual fue instituido por el propio Jesucristo para perpetuar su sacrificio de la Cruz; en la Misa los fieles participamos constituyendo la asamblea que se une a la liturgia del Cielo. No es, pues, simplemente asistir a "oír" o "ver", sino a participar. 

Pues así como en la Santa Misa no permanecemos ajenos al culto que rendimos a Dios Nuestro Señor; en contra parte, asistir a un "espectáculo" satánico, quizá disfrazado de circo, de teatro, de carpa del horror, etc., no nos dejaría ajenos al culto que evidentemente le rinden al enemigo de Dios. No faltará quien crea que esto es una exageración; lamentablemente, como dice el Papa Francisco, a esta generación y a muchas "se les ha hecho creer que el Diablo era un mito, una figura, una idea, la idea del mal; pero el Diablo sí existe y nosotros debemos combatir con él, luchar con las armas de la verdad y la fe". 

La Iglesia Católica siempre ha sostenido la existencia del Demonio. Y así como a nuestros primeros padres los tentó haciéndoles desobedecer a Dios (Gn. 3, 1-5), así como al propio Jesucristo lo tentó (infructuosamente, desde luego) para apartarle de la misión recibida del Padre (Mt 4, 1-11); así también a nosotros sigue tentándonos todo el tiempo, nuestra lucha contra él es un "combate continuo", asegura el Papa. En el Padre Nuestro que Jesús nos enseñó, así lo refiere: "no nos dejes caer en tentación y líbranos del mal" (Mt 6, 13). En esta petición "el mal" no es algo abstracto, tiene nombre: Satanás, el Maligno, el ángel que se opone a Dios, de ahí su nombre "Diablo" (diá-bolos) es aquel que se "atraviesa" en el designio de Dios y su obra de Salvación cumplida en Cristo (C.E.C. 2851), el Hijo de Dios que se manifestó, precisamente para deshacer las obras del Diablo" (1Jn 3, 8).

"Al Demonio hay que conocerlo, vencerlo y evitarlo", aseguraba el Padre Gabriele Amorth (q.e.p.d.) quien por varios años fue el exorcista de la Diócesis de Roma. Las posesiones diabólicas existen, en el Evangelio se narra que Jesús y los apóstoles curaban a personas poseídas (Mc. 1, 25ss; y 6, 13); por eso es importante "cerrar puertas y ventanas a Satanás" como ya en una ocasión nos lo ha recomendado el Padre Joel Martínez Mendoza, en esta misma columna, quien también nos dice que el Demonio actúa en dos lugares específicos: nuestra mente y nuestro corazón, ahí nos aniquila. No le demos, pues, oportunidad al enemigo; no acudamos ni por curiosidad, ni por miedo, ni por superstición, ni por ambición, ni por odio, a nada que nos lleve a Satanás; cosas como la ouija, el tarot, la brujería, el espiritismo, la magia (aunque supuestamente sea blanca, pues de todos modos es contraria a la fe católica), los hechizos, la música satánica, los "espectáculos" satánicos, o el culto a pseudo-santos que prometen venganza contra enemigos, etc., no son otra cosa que engaños del Demonio que sólo busca nuestra destrucción y la perdición eterna de nuestra alma. 

En contraparte, pongamos toda nuestra fe en Jesucristo, nuestro Salvador, quien ha venido para que tengamos vida en abundancia (Jn. 10, 10) y ha vencido al mundo (Jn. 16, 33); y confiémonos también bajo el manto protector de nuestra Madre Celestial, sobre quien Satanás jamás tuvo ni tendrá dominio (Gen. 3, 15; Ap. 12, 1-6). Como nos recomienda San Pablo: estemos “ceñidos con el cinturón de la verdad y vistiendo la justicia como coraza” (Ef. 6, 14). ¡Que así sea!

LUBIA ESPERANZA AMADOR. 

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