domingo, 7 de mayo de 2017

Centenario de las Apariciones de Nuestra Señora de Fátima

CATÓLICO INSTRUIDO, NO SERÁ CONFUNDIDO


Este 13 de mayo se cumplen 100 años de las apariciones de la Virgen María en Fátima, Portugal. Era el año 1917, el Mundo estaba enfrascado en la violencia ciega de la Primera Guerra Mundial (1914 - 1918); mientras tanto, en su mundo de paz, de juego y de trabajo, tres humildes pastorcitos llamados Lucía, Francisco y Jacinta –de 10, 9 y 7 años, respectivamente-; habían llevado a sus ovejas a pastar a una hondonada cubierta de carrascas y de olivos, era el lugar conocido como Cova de Iría, en Fátima, Portugal; estando ahí, hacia el medio día, se les apareció una "celestial Dama", quien les pidió que volvieran cada día 13 de los siguientes 6 meses.

En un total de 6 apariciones, nuestra Madre Celestial les dio un mensaje a los pastorcitos y a todo el Mundo, cuyo núcleo fundamental es una llamada a la conversión y a la penitencia, como en el Evangelio; pidió el rezo del Santo Rosario, la práctica constante de los Sacramentos, especialmente la Reconciliación y Eucaristía, y la consagración del Mundo a su Inmaculado Corazón. En agosto de ese mismo año, la Virgen Santísima les prometió un signo público, visible por todos, como prueba de la veracidad de estos mensajes; así, el 13 de octubre siguiente, tuvo lugar el llamado prodigio del sol en Cova de iría, pero que fue visto a muchos kilómetros de distancia; por cierto, se ha revelado que ese día también se dejó ver San José, quien llevaba al Niño Jesús en sus brazos y ambos bendecían al Mundo; fue en esa fecha cuando la Santísima Madre de Dios, les reveló que era la Virgen del Rosario.

Los tres pastorcitos, haciendo gala de fe y valentía, se enfrentaron a las incomprensiones de su propia familia, de los vecinos, así como a la persecución del anticlerical gobierno portugués. Aquellos pequeños sabían que "si los mataban, no importaba, pues se irían al Cielo". Los hermanos Francisco y Jacinta murieron siendo todavía niños, pero aún a su corta edad dieron muestra de una fe firme, el varoncito se distinguía por su vida contemplativa, mientras que la niña se caracterizó por su espíritu de sacrificio; en el año 2000 fueron beatificados por San Juan Pablo II y justo en este centenario el Papa Francisco los canonizará, pues ha sido aprobado un milagro obtenido por intercesión de estos pequeños videntes de la Virgen, se trata de la curación de un niño brasileño. 

De la mano de María Santísima, como un peregrino en la esperanza y la paz, el Papa Francisco celebrará con júbilo el Centenario de las apariciones de la Madre de Dios, en Fátima, a donde peregrinará el día 12 y 13 de mayo; será el cuarto Pontífice en visitar dicho lugar. Para esta magna celebración se acreditaron 2,000 periodistas de todo el mundo, y en las distintas celebraciones participarán, Dios mediante, 2,000 sacerdotes, 71 Obispos, 8 Cardenales, 432 voluntarios y se espera al rededor de 1 millón de fieles. Ciertamente todos con un espíritu de alegría, pero también conscientes de que el panorama de hace cien años no ha cambiando mucho, pues en ese entonces el Mundo estaba hundido en la Primera Guerra Mundial y hoy estamos inmersos en lo que el Papa Francisco llama una Tercera Guerra Mundial "en pedazos"; y precisamente por ello el llamado de la Virgen a la conversión, es totalmente actual: Es preciso que los hombres se enmienden, que pidan perdón de sus pecados...Que no ofendan más a Nuestro Señor, que ya es demasiado ofendido".

Que celebrar este Centenario, sea para los fieles católicos la ocasión para imitar las virtudes de la Virgen María, para cobijarnos bajo su manto santo, para obtener indulgencias y responder a su llamado. ¡Que así sea!

LUBIA ESPERANZA AMADOR. 

Estamos iniciando mayo

CATÓLICO INSTRUIDO: NO SERÁ CONFUNDIDO



Estamos por iniciar mayo, mes primaveral en que celebramos con júbilo el Tiempo Pascual y “se combina bien la tradición de la Iglesia de dedicar el mes a la Virgen María, la Flor más bella surgida de la creación, la Rosa aparecida en la plenitud del tiempo, cuando Dios, mandando a su Hijo, entregó al mundo una nueva primavera” (Papa Emérito Benedicto XVI).
Ya en la Roma antigua, durante mayo rendían culto a la diosa Maia (o Maya, de donde deriva el nombre del mes), que era la diosa de la fertilidad, la castidad y la salud; durante todo el mes sus seguidores le ofrecían flores y realizaban diversos actos de culto. Pero cuando el Imperio romano se hizo cristiano, este mes ya no se dedicó a una diosa, sino a la Madre del único y verdadero Dios: a María Santísima, modelo de mujer, de esposa, de madre y de discípula. Desde esa época se empezó la hermosa costumbre de ofrecerle flores a la Virgen María, y con el tiempo, la ofrenda floral se empezó a hacer durante el rezo del Santo Rosario, por eso llevamos a nuestros niños durante mayo a "ofrecer flores".  

Fue además la propia Madre de Dios quien eligió el mes de mayo, de hace justamente 100 años, para aparecerse en Fátima, Portugal, a tres humildes pastorcitos llamados Lucía, Francisco y Jacinta –de 10, 9 y 7 años, respectivamente-; en una época en que el Mundo estaba enfrascado en la Primera Guerra Mundial (1914-1918). María Santísima, a quien sus videntes describieron como una “celestial dama”, se identificó como “La Virgen del Rosario”, les recomendó la práctica frecuente de la Eucaristía y la Reconciliación (Penitencia o Confesión), así como el rezo diario del Santo Rosario; invitación que la Madre de Dios sigue haciendo a cada uno de nosotros.

Por todo esto, mayo es el mes idóneo para recordar e imitar las virtudes de la Virgen María, y para cobijarnos bajo su manto santo, pues nunca olvidemos que la Madre de Dios “está aquí, también es nuestra Madre, y estamos, por ventura, en el cruce de sus brazos, ¿qué más podemos menester?", como Ella misma se lo dijo a San Juan Diego en el Tepeyac. 

Y precisamente este mes, dedicado a María Santísima, lo iniciamos celebrando a su santo esposo, pues el día primero es la fiesta de San José Obrero y día del trabajo; ya en ocasiones anteriores, el Papa Francisco nos ha hablado de la dignidad del trabajo, representado en la Iglesia de modo privilegiado en las figuras de la Virgen María y de su esposo San José, y en la contemplación de Jesús; nos ha recordado la importancia y la belleza de la oración del Santo Rosario, pues rezándolo, asegura el Papa, somos conducidos a "contemplar los misterios de Jesús, es decir, a reflexionar sobre los momentos centrales de su vida; para que, como para María y para san José, Él sea el centro de nuestros pensamientos, de nuestras atenciones y de nuestras acciones". 

El Papa nos pide que recemos el Santo Rosario en familia, con los amigos, en la Parroquia; pues la oración de todos juntos es un momento precioso para hacer aún más sólida la vida familiar, la amistad. Nuestro Sumo Pontífice también nos invita a pedirle a San José y a la Virgen María, que nos enseñen a ser fieles a nuestros compromisos cotidianos, a vivir nuestra fe en las acciones de cada día y a dar más espacio al Señor en nuestra vida, a detenernos para contemplar su rostro, tal como lo hicieron ellos. ¡Que así sea!

LUBIA ESPERANZA AMADOR.

Benedicto XVI, sobre los tres Arcángeles

CONCELEBRACIÓN EUCARÍSTICA CON LA ORDENACIÓN EPISCOPAL DE SEIS PRESBÍTEROS HOMILÍA DE SU SANTIDAD BENEDICTO XVI Basílica de San Pedro ...